miércoles, 23 de mayo de 2012

Asesinato en sábado





Ellos entran
en tu habitación mientras duermes
Te humectan la piel
            con savia que cuelga
de encías cancerosas
                          y transforman  la materia
                                              purulenta y carnosa
       en blanco líquido residual.

Unos estiran sus lenguas agrietadas
                    adelantándose al sabor primero
                                                                                  Los otros
los más sabios
esperan el corte transversal al cuello.

Tus órganos internos se detienen:
el cuerpo es bañado en su propio jugo,
y cuando se despelleja                                                se deshuesa

El mazo rompe el cascarón que cubre al cráneo:
           extrae el feto acunado
                          que habito en silencio.

Cada uno   con su parte
desaparece hambriento
           frente a la noche que desciende macerada de miedo

Al pie de la cama
        se forman claroscuros
                                con las ramas
de los árboles
que friccionan el cuerpo
al cuerpo fragmentado
de la luna.

Todo parece detenerse
   como un reloj que se ahoga
con sus propios granos de arena.

Hígados, páncreas,  pulmones, riñones, bilis, viscosidad
contrastan con la alfombra azul en el piso.

 Es hasta entonces cuando  sientes
                     el torso y las extremidades divididas en partículas
cuando sientes cómo se te evapora el alma
por el hervor de la manteca
en el cazo:       pero ya es muy tarde
                        para reaccionar

Las vísceras olvidadas
serán la comidilla del domingo.

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